Escrito por un grupo de Animales Silvestres de Chile.
La fiesta como rito de encuentro
Desde tiempos ancestrales, las fiestas han sido rituales para conectar con lo sagrado y lo esencial de la vida: celebraciones de equinoccios y solsticios, ceremonias de agradecimiento, ritos de paso, ofrendas y pagos. Más allá del espectáculo, la fiesta ha sido un recordatorio de nuestra inseparable relación con el mundo más-que-humano.
Los Bailes Chinos que acompañan el fluir de las aguas con los sonidos de sus flautas resonantes, las rogativas pewenche que dan inicio a la cosecha de pewen, el Inti Raymi que conecta la vida con los ciclos solares, las múltiples fiestas a la Pachamama en el altiplano, o los carnavales donde cada gesto honra la fertilidad del mundo.
Los festivales de naturaleza contemporáneos continúan ese linaje: nuevas celebraciones que afinan nuestra escucha de los territorios y nos invitan a recordar que la vida, antes que nada, se celebra. A través de la música, el arte, la ciencia, el deporte, la educación y la convivencia, crean espacios para aprender, encontrarse y volver a sentir un vínculo profundo con la tierra. Para muchas personas, asistir a uno de estos encuentros es recordar —o descubrir— que no estamos separados de la naturaleza: somos parte de ella.
Un movimiento que crece
El auge de festivales de naturaleza en Chile durante los últimos diez años ha sido notable. Muchos nacen desde la defensa de un río, un humedal, un mar e incluso especies diminutas como un cactus o un completo ecosistema amenazado por proyectos extractivos, y tienen una consecuencia poderosa: fortalecen vínculos locales y activan nuevas formas de organización territorial basadas en imaginar hábitats más sanos y más justos.
En un contexto de crisis climática, donde las respuestas institucionales suelen ser lentas y nuestras acciones decisivas, estos festivales abren un espacio esperanzador: comunidades que se organizan, celebran y defienden sus ecosistemas desde la alegría, el aprendizaje colectivo y el sentido de pertenencia. Ante una realidad de cambios globales acelerados y a menudo angustiantes, la respuesta de las comunidades locales es celebrar la vida y abrir espacio a la creatividad como práctica para el bien común.
El impacto de estas iniciativas va desde despertar cambios de hábitos en las personas a nivel local -un factor aunque indirecto tremendamente incidente en el cambio climático-, hasta instalar temas ambientales en el debate público y legislativo. Un importante ejemplo de esto son la reciente declaración de derechos de caudal ecológico para los ríos Futaleufú y Puelo en la región de Los Lagos, la declaración de Humedales Urbanos, como el Humedal Mayaca y Kankán en la región de Valparaíso, o la reciente declaración del Día Nacional de los Glaciares.
Diversos encuentros, diversos territorios
Festivales de Hongos
Más de 20 festivales de hongos se realizan cada año en Chile, principalmente en otoño y primavera, cuando emergen los cuerpos fructíferos de estas fascinantes especies.
Entre la diversidad de encuentros, FungiFest —iniciado en 2016 en Valdivia— se ha consolidado como un pionero en Latinoamérica. Charlas, talleres y actividades culturales celebran la riqueza fúngica del sur de Chile.
Robert Muñoz, creador de FungiFest, cuenta: “FungiFest tenía como objetivo que los hongos en Chile fueran parte de la cultura pop. Hoy puedo decir que contribuimos a eso. Es hermoso ver cómo, a partir de nuestra espora, comenzaron a surgir más festivales en distintos territorios. Si hay interés ciudadano en los hongos, hay respaldo para que existan políticas públicas que fomenten la ciencia y la conservación del reino fungi.”
Con nuevas iniciativas en Temuco, Concepción, Pucón, Valparaíso y otros lugares, el entusiasmo por el reino fungi sigue creciendo.
Festivales de Ríos
Al menos 25 festivales celebran y protegen los ríos del país. Combinan educación ambiental, deportes de aguas como kayak y rafting, ferias locales y actividades culturales. Son encuentros que fortalecen la defensa comunitaria de ecosistemas hoy amenazados por proyectos hidroeléctricos, agrícolas y mineros.
El primero de estos festivales fue el Ñuble Fest, hace 20 años, que surgió para proteger el río Ñuble frente al proyecto de un mega-embalse. Hoy, podemos decir con alegría que el Ñuble Fest sigue celebrándose cada año y el embalse aún no ha sido construido.
Francisco Uribe, parte de la organización del Ñuble Fest, relata: “Nuestro festival nació como una forma de protesta, para mostrar que podemos vivir con el río y del río sin destruirlo. El tiempo lo ha demostrado: el turismo creció, hoy hay varias agencias de rafting y una comunidad que entiende que la conservación también genera economía local. El festival ha sido clave en sostener esa visión.”
Por otra parte, el festival Biobío Vive, realizado desde 2016, recuerda el valor de restaurar un río intervenido. El Biobío —con tres mega-centrales construidas pese a la oposición ciudadana y una cuarta en carpeta— sigue vivo a pesar de las heridas. El festival expresa una convicción profunda: tarde o temprano, esas represas serán desmanteladas por generaciones futuras, recuperando la vida aguas abajo y la salud de las comunidades ribereñas.
Festivales de Mar
En el litoral chileno emergen cada año más festivales que celebran la relación con el océano. Muchos de estos festivales nacen como respuesta a amenazas al litoral, especialmente por parte de la industria salmonera y el desarrollo inmobiliario que presiona los ecosistemas costeros. En Puerto Natales, en primavera de 2024, el festival Mar de Gente reunió a la comunidad Kawésqar y a habitantes locales para navegar en kayak, ver documentales y reflexionar sobre el futuro del mar en territorio ancestral.
Más al norte, en la costa de La Araucanía, el Al Mar, festival de surf en Mehuín, se ha vuelto un símbolo donde convergen deporte, cultura lafkenche y defensa del borde costero.
Geovanny Castro, surfista local y organizador, señala: “Más que competencias, estos encuentros son actos de pertenencia. Los hacemos por amor al territorio. En un contexto de desarrollo acelerado, necesitamos espacios donde ciencia y comunidades conversen para entender qué tenemos y qué debemos cuidar. Mehuín tiene humedales, pingüineras, la desembocadura de un río, una bahía única. Conocerlo es el primer paso para defenderlo”.
En las costas del Desierto de Atacama, en Chañaral de Aceituno la comunidad se une para organizar el Festival de la Ballena, iniciativa que busca retomar los seminarios de turismo comunitario y celebrar la conservación de cetáceos en este ecosistema tan importante que es el Archipiélago de Humbolt.
Festivales de Aves y Biodiversidad
La observación y conservación de especies también ha impulsado encuentros en distintos territorios. El Festival de Aves de Concepción reunió en 2024 a decenas de personas en torno a la celebración y cuidado de las aves nativas del país; el Festival de Aves y Humedales de Lampa mezcla talleres, salidas a terreno y actividades familiares que ponen en valor ecosistemas urbanos y periurbanos; el Festival del Flamenco en San Pedro de Atacama que por cuarto año consecutivo realiza la campaña científico-educativa del Programa de Conservación del Flamenco Altoandino; y en la zona central la Fiesta del Quisquito de rosado de las Coimas, en el Valle de Putaendo, celebra cada año la floración de este cactus endémico de esa zona, y que ha sido clave para la comunidad local para dar la pelea por la defensa de este territorio ante la amenaza de la minería y el agotamiento de los recursos hídricos.
Con foco en la fauna y la biodiversidad el Aconcagua Fest, que ya está preparando su tercera edición, reunió en 2025 a 35 organizaciones ambientales de la cuenca del río Aconcagua, siendo visitado por alrededor de 5,000 personas; entre ellos una gran cantidad de niños, niñas y adolescentes que asistieron a talleres centrados principalmente en aves y mamíferos así como de enseñanzas para la vida al aire libre y el cuidado del medioambiente.
Este creciente espíritu celebratorio tiene también su punto de encuentro a nivel nacional desde 2022: el Festival Ladera Sur. En su cuarta versión y con más de 18.000 visitantes ha logrado consolidar su misión de generar redes y alianzas por la conservación de la biodiversidad a lo largo de todo Chile. Esta vez mostró la fuerza de estas temáticas con una diversa programación de paneles de conversación, talleres, conciertos y la participación de más de 100 organizaciones ambientales enfocadas en una gran variedad de temáticas que van desde la conservación de los océanos hasta promoción de una cultura del reciclaje y el consumo responsable; incluso abrió un espacio político coincidiendo con las elecciones presidenciales: los comandos de los candidatos de Jeanette Jara y Jose Antonio Kast presentaron allí sus programas ambientales. Un recordatorio de que estos encuentros también pueden influir en la agenda pública.
Un país vibrante de encuentros
A lo largo de Chile, comunidades enteras ya preparan los próximos festivales. Solo queda elegir el más cercano, sumarse y vivir la experiencia de celebrar la naturaleza, inspirar a otros y seguir construyendo una cultura que protege lo que nos da vida.
El crecimiento de estos encuentros posiciona a Chile como un referente en la celebración y defensa del mundo natural. Su diversidad demuestra un compromiso real con regenerar vínculos ecológicos y culturales.
Desde ríos hasta océanos, montañas, humedales y bosques, lo que une a todos estos festivales es algo simple y poderoso: un amor compartido por la tierra.
Y este año, más que nunca, ese movimiento está floreciendo.






















