Una relación de intercambio comercial, basada en el diálogo, la transparencia y el respeto, que busca una mayor equidad en el comercio internacional y contribuye al desarrollo sostenible. Esa es la definición de comercio justo, un tema que sin duda tiene una enorme importancia y que debiese estar al centro de las estrategias de todas las compañías. Aun cuando es difícil desconocer su relevancia, lo cierto es que en la actualidad no hay plena conciencia empresarial en torno a lo prioritarias que son estas acciones, que no sólo ofrecen mejores condiciones comerciales, sino que además aseguran los derechos de los pequeños productores y trabajadores marginados.
Considerando los desafíos que enfrentamos como humanidad y los retos que imponen el cambio climático y las injusticias sociales, velar por un comercio justo debiese ser el norte de todos. La creación de oportunidades para productores con desventajas económicas, mayor transparencia y responsabilidad, prácticas comerciales justas, pago de un precio justo, ausencia de trabajo infantil y trabajo forzoso, compromiso de no discriminación, aseguramiento de buenas condiciones de trabajo, impulso al desarrollo de capacidades y respeto al medio ambiente, son algunos de los principios de este modelo que no pueden sino ser catalogados como virtuosos.
La pregunta entonces es ¿por qué la mayoría de las empresas no se suben al carro del triple impacto y siguen operando solamente bajo el prisma de la rentabilidad? Las respuestas son múltiples, pero quizás la más evidente es que no es tarea fácil. Plantearse profundos objetivos sociales y medio ambientales requiere una alta inversión de todo tipo de recursos y eso puede ser un obstáculo para las empresas, especialmente las más pequeñas o las que están comenzando su camino.
Sin embargo, y lo digo desde nuestra propia experiencia, no es imposible si hay verdadera convicción y determinación. Ese es justamente nuestro caso. Nos establecimos en el sur para producir kombucha con agua del sur, la más pura, apostando a llevar nuestro producto a todo Chile y generando, gracias a ello, empleos no estacionales en la zona que tiene el PIB per cápita más bajo del país; mi querida región de La Araucanía. Partimos muy pequeños, sin transar nunca nuestros valores de base y teniendo muy clara la hoja de ruta, hemos crecido hasta ser hoy la kombucha líder en el mercado, la única certificada orgánica, que apuesta a superar el millón de litros este año bajo un modelo que resguarda el más alto bienestar para todos los integrantes de la cadena productiva. Dar lo mejor al pequeño agricultor que trabaja en el campo, potenciar a esa mujer que sella cada caja de Kombuchacha en la planta y beneficiar al consumidor con una bebida 100% natural, justa y viva, que no sólo entrega placer, sino también salud, es lo que nos motiva cada día.
Hoy más que nunca el llamado es a unir nuestras fuerzas y comenzar a hacer las cosas mejor. Por un lado los consumidores tienen que exigir y premiar con su compra a las marcas que se la juegan por una nueva forma de hacer negocios, preguntándose siempre qué hay detrás de aquello que con esfuerzo compran. En paralelo, las empresas deben trazar estrategias y trabajar desde la colaboración para que la rentabilidad vaya de la mano del cuidado del entorno, y de las personas en todo sentido. Cada uno de nosotros tiene la posibilidad de ser un agente de cambio. El planeta y la sociedad ya lo exigen, lograrlo es posible y es responsabilidad que nos requiere a todos activos.
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