Las compañías deben responder a demandas y necesidades de la sociedad y estar alineados con las transformaciones que vivimos a nivel mundial y en nuestro país. Afortunadamente, cada vez son más las empresas que están replanteando su propósito, intentando sentar las bases para ofrecer soluciones que nos encaminen hacia un futuro mejor. Junto con esto, las nuevas generaciones más jóvenes nos desafían pidiendo la implementación y democratización de soluciones energéticas renovables reales.
Y con toda razón. No es un misterio que la emergencia climática actúa como un amplificador de la desigualdad social, afectando desproporcionadamente a los más vulnerables, sobre todo a las mujeres, niños y niñas. En esa línea, como sociedad y mundo empresarial, debemos ser capaces de repartir equitativamente los costos y beneficios que traerá este proceso de adaptación para mitigar el cambio climático, que conlleva entre otras aristas, la transición energética.
Es clave que tomemos conciencia de que la energía está al centro de varios de los retos y oportunidades que vivimos como sociedad. ¿Podemos enfrentar esta transformación sin abordar las demandas sociales? Sin duda que no. Basta recordar que es el principal indicador del progreso de un país y, por ende, debemos agilizar la construcción de un modelo energético sostenible y convertirlo en una prioridad para el mundo público y privados.
Avancemos en promover el cuidado de la matriz energética, incentivar el cambio hacia fuentes renovables y masificar la electromovilidad, entre otras iniciativas. Hoy no son sólo los efectos directos del cambio climático los que ocasionan inestabilidad e injusticia social, sino que también la manera en que reaccionamos y actuamos. Con las personas al centro, con empatía y acciones concretas, podremos mitigar la inequidad social entre todos.
Equipo Prensa
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