«La Larga Marcha», «The Long Walk», «Camina o Muera»: el poder y la vigencia de la novela más inquietante de Stephen King a casi 50 años de su publicación.
Cien adolescentes, seleccionados por sorteo en todo Estados Unidos, se embarcan en una maratón sin meta.
Seguidos por soldados armados en jeeps y observados por espectadores de todo el mundo, deben mantener un ritmo de 6,5 km/h, y si bajan de la velocidad indicada, reciben una advertencia.
Tres advertencias y mueren. El último en seguir caminando elige su propio premio.
Este es el concepto lúgubremente cautivador de «La Larga Marcha», una novela extraordinariamente profética que Stephen King escribió entre 1966 y 1967, durante su primer año de universidad.
Ahora, 46 años después, cuando King cumple 78 años, «La Larga Marcha» finalmente ha sido adaptada al cine.
«Leí ‘La Larga Marcha’ justo cuando estaba escribiendo ‘Soy Leyenda [2007]’ y me encantó», explica su director, Francis Lawrence, quien no es ajeno a los concursos distópicos mortales, tras haber dirigido las últimas cuatro películas de «Los Juegos del Hambre».
«Se convirtió probablemente en mi libro favorito de King, y uno de mis libros favoritos, punto».
Lawrence señala la importancia de mantenerse fiel al espíritu de una novela a menudo catalogada como la más pesimista de King, cuya violencia sombría y desesperación escalofriante quizás expliquen por qué su llegada a la gran pantalla ha sido tan (acertadamente) arduo.
Primero, George A. Romero y luego Frank Darabont poseían los derechos del libro, pero no lograron que llegara a buen puerto, a pesar de que ambos habían trabajado previamente con King en varias películas.
Lawrence triunfó donde ellos fracasaron, y lo hizo sin suavizar la desgarradora historia para hacerla más digerible para el público general.
«Hay que sentir el paso de los kilómetros y el tiempo, y sentir la degradación, emocional, psicológica y física», insiste.
«No iba a diluir eso ni a hacer que el estudio se sintiera demasiado cómodo con ello», dice.
«Hay algo implacablemente pesimista en la naturaleza de la historia: muchos jóvenes asesinados», coincide el programador de cine independiente y escritor Michael Blyth.
«Pero, al mismo tiempo, hay mucha amabilidad. Los chicos no se atacan entre sí. Se apoyan mutuamente. Hay algo de amistad y hermandad muy presente en el libro», apunta.
Simon Brown coincide. Académico independiente y miembro del grupo de investigación de estudios de terror de la Universidad de Northumbria, quien ha impartido clases sobre King y es autor de «Screening Stephen King: Adaptation and the Horror Genre in Film and Television» (Proyectando a Stephen King: La adaptación y el género del terror en el cine y la televisión).
«La ‘Larga Marcha’ es tan sombría y deprimente», comenta entre risas.
«El único otro libro de King que se acerca a este nivel de desolación es ‘Cementerio de Animales’, que es un diálogo sobre la muerte», explica.
«Pero King no es pesimista. Cree en el poder de la decencia común, y la mayoría de sus libros terminan con la derrota del monstruo», aclara.
«‘La Larga Marcha’ es, evidentemente, un modelo de lo que se convertiría un libro de Stephen King: tomas a un grupo de personajes, los pones en una situación y ves qué hacen. Puedes verlo en ‘La danza de la muerte’, ‘La cúpula’, ‘La niebla’…
«Sus libros no tratan de monstruos, sino de las personas que se encuentran con ellos. Aquí, no se trata de la caminata, sino de las personas que la recorren. Y todas son personas comunes», remata.
La «Larga Marcha» fue la segunda de las cinco novelas que King publicó bajo el seudónimo de Richard Bachman entre 1977 y 1984.
El autor superventas se inventó un seudónimo para «bajar un poco la temperatura», ya que a su primera novela, «Carrie», le siguieron rápidamente los éxitos de ventas «El misterio de Salem’s Lot», «El Resplandor» y «La danza de la muerte».
Sus editores, Doubleday and Company, Inc., solían pregonar que había «más de 40 millones de libros de King impresos», pero King se preguntaba si su éxito se debía al talento, a su fama o simplemente a la suerte.
Era una pregunta que creía que el experimento Bachman podría responder.
«Es deprimente pensar que fue todo, o incluso en gran parte, un accidente», escribió en la introducción de ‘The Bachman Books’ (Los libros de Bachman), un compendio publicado en 1985.
«Así que quizás intentes averiguar si podrías repetirlo. O en mi caso, si Bachman pudo repetirlo», razonó.
Publicados en una edición de bolsillo sin gran algarabía, los primeros cuatro libros de Bachman («Rabia», «La Larga Marcha», «Carretara maldita», «El fugitivo») apenas tuvieron repercusión, aunque el quinto, «Maleficio» -la primera historia de terror pura y dura, y la primera en publicarse en tapa dura- vendió la respetable cifra de 28.000 ejemplares.
King sospechaba que el sexto libro de Bachman, «Misery», sobre el prolongado y doloroso encuentro de un famoso autor con su fan número uno, podría colocar a Bachman en la lista de los más vendidos.
Él, y nosotros, nunca lo sabremos, pues en 1985 un empleado de una librería de Washington D. C. llamado Steve Brown visitó la Biblioteca del Congreso y descubrió el nombre de King en el formulario de derechos de autor de «Rabia».
Bachman, como King lo describió mediante un comunicado de sus publicistas, murió de «cáncer de seudónimo», y «Maleficio» vendió rápidamente más de 300.000 ejemplares en tapa dura.
En cuanto a «Misery», se publicó bajo el nombre del propio King con un éxito inevitablemente rotundo.
Precursora
«La ‘Larga Marcha’ siempre fue mi favorita; estaba por encima de todas las demás», dice Blyth sobre los libros de Bachman.
«He oído a King hablar de ‘El Señor de las Moscas’ y ‘1984’ [como influencias] -la política, el espíritu de ‘Gran Hermano’ de 1984, luego ‘El Señor de las Moscas’ y la relación entre los chicos, y la idea de los chicos contra un mundo más grande en el que no pueden prosperar- pero me parece una obra extraordinariamente original. Y sigue siendo muy relevante», afirma.
El famoso y perturbador cuento de Shirley Jackson de 1948, «La Lotería», sobre la lotería anual ritual de un pueblo para elegir a una persona a la que lapidar, es, según Brown, otra influencia, junto con los concursos estadounidenses de la época, como «Jeopardy!» y «El Juego de los Recién Casados».
«Cada capítulo empieza con una cita de un concurso de televisión… [King se inspiró en] la naturaleza comercial, lasciva y voyerista de los concursos televisivos. Y, por supuesto, [en] la guerra de Vietnam… jóvenes reclutados sin saber nunca quién morirá después».
La «Larga Marcha» ciertamente tiene precedentes.
En 1932, la película de terror y aventuras de Hollywood, «El juego más peligroso», mostraba a un cazador de caza mayor apuntando a una presa humana, y en 1965, un año antes de que King comenzara a escribir su libro, el thriller italiano «La Décima Víctima» imaginaba a personas cazándose entre sí por deporte para controlar la violencia social.
«La Larga Marcha» amplía estos temas y ha influido en muchas más películas y series de televisión.
«No parece un prototipo de lo que vino después; es lo mismo», sugiere Blyth.
«No es una idea fugaz; está completamente realizada. Ya sea ‘Battle Royale’ (o Juego Sangriento), ‘Los Juegos del Hambre’ o ‘El Juego del Calamar’… todas estas cosas son ‘La Larga Marcha'».
Lawrence coincide en que la historia de King es la precursora del subgénero de videojuegos distópicos mortales que ahora es tan popular.
«¿De verdad Stephen King tuvo la idea antes que nadie?», reflexiona. «Sí».
Lo que presagiaban los ‘libros de Bachman’
Escribiendo como Bachman, King exhibió una extraordinaria presciencia: «Rabia» se centró en un tiroteo en una escuela secundaria muchos años antes de que tales masacres se convirtieran en una epidemia en EE.UU.
También «El Fugitivo» (adaptada libremente en una cita protagonizada por Arnold Schwarzenegger en 1987, y con una versión más fiel, dirigida por Edgar Wright, que llegará a los cines en noviembre) siguió los pasos de «La Larga Marcha» al presentar un programa de juegos en el que las vidas de los concursantes están en juego.
«‘Rabia’, ‘El Fugitivo’ y ‘La Larga Marcha’ parecen ser más relevantes ahora que entonces», dice Brown.
«Esta idea de que todos se sienten a ver este programa… parece prefigurar las noticias las 24 horas, posiblemente incluso las redes sociales. Esta idea de que todos vean este espectáculo… es un reality show, ¿no?».
Los programas de telerrealidad, en sus inicios, comenzaron en la década de 1940 con programas de cámara oculta como «Cámara Indiscreta» (1948), pero son muy diferentes del entretenimiento que dominó la programación televisiva en los años 90 y posteriores.
Es posible ver la huella de «La Larga Marcha» en programas como «Survivor», «Gran Hermano» y «Soy famoso… ¡Sácame de aquí!», programas de talentos como «American Idol», «America’s Next Top Model» y «The X-Factor», e incluso concursos de citas modernos como «The Bachelor/Bachelorette» y «Love Island».
«Ver a la gente competir entre sí. Mirarlo y aplaudirlo. Parece una batalla campal», dice Blyth.
«Hay algo grotesco en eso. Y hay algo en este dejar atrás la vergüenza y en la exposición que se siente como desesperación, ya sea por fama, dinero o lo que sea. Eso, para mí, hace que el libro sea tan triste: esa horrible inevitabilidad de ‘Tenemos que hacer esto'», explica.
Los concursantes deben participar en «La Larga Marcha» porque están agobiados por la pobreza.
Es un tema del libro que resulta vital para la película, y Lawrence cree que resuena en un momento en que muchos sufren estrés financiero .
«Esa sensación de nihilismo financiero es muy cercana a la mayoría de la gente», afirma.
Sin embargo, aunque los temas de «La Larga Marcha» siguen vigentes casi 50 años después de su publicación, Lawrence afirma que su película no plantea ningún mensaje político en particular.
«No quería que fuera político, quería que fuera cercano», explica.
«En cuanto a EE.UU., quería que ambos bandos [del espectro político] lo vieran y se sintieran identificados», dice.
Al tardar casi medio siglo en llegar a la pantalla, «La Larga Marcha» ha permitido que el mundo se ponga al día.