La región más austral de Chile consolida su identidad culinaria a partir de la sostenibilidad, el rescate de productos locales y experiencias únicas en torno al territorio. La próxima cena en el Estrecho de Magallanes (este 21 de noviembre), marcará un hito simbólico para una gastronomía que mira al mar, al viento y a su propia memoria.

En un rincón extremo de Chile, donde el viento y el mar parecen susurrar historias antiguas, la región más austral de nuestro país se prepara para un evento que promete marcar un antes y un después en su historia culinaria y exploratoria. Será la primera cena sobre las aguas del emblemático Estrecho de Magallanes, el escenario del descubrimiento que cambió el mundo. No se trata solo de sabores: es una forma de entender la vida en el fin del mundo.

El próximo 21 de noviembre, se realizará por primera vez una cena sobre las aguas del Estrecho de Magallanes, una experiencia impulsada por Solo Expediciones y AIMA Restaurant, buscando reposicionar a la Patagonia como destino culinario con identidad propia. La iniciativa simboliza la unión entre paisaje, producto y experiencia sensorial, en una de las zonas más extremas del planeta.

“Este no es solo un momento gastronómico, sino un homenaje a un territorio que ha sido escenario de epopeyas”, cuenta Martín Perdomo de AIMA Restaurant, socio de la iniciativa. “El Estrecho de Magallanes es uno de los cuerpos de agua más simbólicos del planeta: fue la puerta de entrada a la primera circunnavegación, un espacio que une océanos y culturas desde hace siglos. Queríamos transformar esa historia en una experiencia sensorial en movimiento, y qué mejor manera que navegando y comiendo en el corazón de ese paisaje mítico”.

La experiencia consiste en una travesía de ocho tiempos creada para ser vivida en movimiento y en diálogo directo con el paisaje. A bordo del Catamarán Magallanes 500 de Solo Expediciones (bautizado en honor a los 500 años de la primera circunnavegación exitosa del planeta), los comensales recorrerán algunos de los hitos más emblemáticos del fin del mundo, mientras viven una secuencia culinaria diseñada para acompañar el ritmo del mar, la luz y el viento.

“No es una excursión ni un servicio gastronómico tradicional: es un ritual que celebra la grandeza del territorio. La experiencia integra frescura marina, profundidad de bosque, memoria de fuego y la acidez viva del viento austral, convirtiendo la travesía en una lectura culinaria del territorio”, asegura Perdomo.

El menú narra el territorio austral en capas: comienza evocando la costa fría y mineral, avanza hacia preparaciones que representan el encuentro entre raíz y caza, y evoluciona hacia creaciones que celebran el mar profundo, el humo ancestral del sur y la riqueza del bosque templado patagónico. Los postres cierran este recorrido sensorial con fermentos, frutos nativos y hierbas aromáticas que traducen el paisaje al lenguaje dulce.

Sabores salvajes, sabores australes

“El gran plus de la gastronomía austral es la diversidad de productos regionales y frescos”, dice Rafaela Jardim, chef del Hotel del Paine, uno de los referentes del Parque Nacional Torres del Paine. “Las preparaciones en el fuego, el uso sustentable de los recursos y el respeto por la naturaleza, hacen que nuestra cocina tenga alma propia”, agrega.

El trabajo de Jardim y su equipo representa con claridad este nuevo paradigma: una gastronomía arraigada en la tierra y guiada por la sustentabilidad. En el Hotel del Paine, la cocina se construye cada día en torno al huerto orgánico, donde el menú depende de lo que ofrece la temporada. “Visitamos el huerto todos los días -explica la chef- y cosechamos solo lo necesario para la producción del día. Todo está pensado de forma sustentable y orgánica”, cuenta.

“Nuestra cocina es totalmente ‘Zero waste food’. Aprovechamos el alimento al 100%, manteniendo su esencia y sabor original. Plantamos, cosechamos y cocinamos pensando en la Patagonia”, enfatiza Jardim. El enfoque “Zero waste food’ y el retorno a las raíces dialogan con las nuevas tendencias del sur austral, donde jóvenes cocineros y productores locales están revalorizando ingredientes como el calafate, el ruibarbo, la liebre y el guanaco, junto con el infaltable cordero al palo y los pescados de la zona. 

La próxima cena en el Estrecho de Magallanes será una síntesis de ese espíritu. Más que un espectáculo culinario, se plantea como una declaración: la Patagonia ya no es solo un destino turístico, sino un espacio cultural y gastronómico que busca ser reconocido por su creatividad, sustentabilidad y sentido de pertenencia.

“Los desafíos son mantener las raíces de la región sin perder la esencia. La cocina magallánica gana fuerza por representar a Chile y a los pueblos originarios del extremo sur”, reflexiona Rafaela Jardim. Así, a fuego lento, Magallanes está construyendo su propio lenguaje gastronómico. Lo que antes era territorio de exploradores, hoy se convierte en un laboratorio de sabores que mira al futuro sin olvidar su origen.

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