Por Felipe Quinteros, CEO de International Line
La construcción del megapuerto de Chancay en Perú representa un hito trascendental para la zona del Pacífico y, particularmente, para América del Sur. Este proyecto tiene el potencial de transformar significativamente las dinámicas logísticas y comerciales de la región.
Lo cierto es que la participación de China en la construcción del megapuerto responde a una estrategia global clara: fortalecer su presencia en rutas comerciales claves para consolidar su posición como líder en el comercio internacional y garantizar el flujo eficiente de sus exportaciones e importaciones. Elegir Perú como el epicentro logístico del Pacífico no es casualidad. Su ubicación geográfica estratégica, combinada con un creciente dinamismo económico, ofrece una plataforma idónea para conectar mercados de Asia con Sudamérica y, eventualmente, con otras regiones del mundo.
¿Por qué no Chile? Es válido preguntarse por qué China no seleccionó a Chile para este megaproyecto, dado su liderazgo histórico en el comercio internacional del cono sur. Porque si bien Chile cuenta con una infraestructura portuaria consolidada, como en San Antonio y Valparaíso, Perú presentó un atractivo adicional por su proximidad al Ecuador, lo que facilita la conexión con mercados del hemisferio norte y la posibilidad de construir un puerto desde cero. Eso permite diseñar instalaciones modernas y eficientes sin las limitaciones de infraestructura preexistente.
Adicionalmente, las relaciones bilaterales entre Perú y China han mostrado un dinamismo creciente, lo que posiblemente haya influido en la elección de Chancay como la puerta de entrada al Pacífico Sur.
Desafíos para las empresas logísticas
Con la puesta en marcha del megapuerto de Chancay, las empresas de logística de la región enfrentarán importantes desafíos. Entre ellos: competencia y diferenciación, innovación y digitalización, Interconexión regional y sostenibilidad. Todas las empresas de la industria logística deberán adaptarse a un escenario donde la competitividad se intensifique, especialmente para captar flujos de carga que tradicionalmente transitaban por otros puertos. También, implicará incluir nueva tecnología para modernizar procesos logísticos. Será fundamental fortalecer la infraestructura terrestre para integrar Chancay con mercados internos y transfronterizos. Las operaciones deben alinearse con los estándares ambientales internacionales, un aspecto que cobrará mayor relevancia en las decisiones comerciales globales.
El megapuerto de Chancay tendrá implicaciones directas para los puertos chilenos. En Iquique, podría observarse una redirección de flujos comerciales hacia Perú, disminuyendo su volumen de carga internacional. Asimismo, en San Antonio y Valparaíso, la competencia podría intensificarse, forzando a estos puertos a innovar y mejorar sus servicios para mantenerse competitivos.
En el extremo sur, Magallanes podría experimentar un impacto menos directo, pero la redistribución de rutas podría abrir nuevas oportunidades de conexión para carga proveniente de Asia, siempre que se logre capitalizar en la creciente demanda de rutas alternas al canal de Panamá.
Con todo, lo cierto es que el megapuerto de Chancay marca un antes y un después en la logística del Pacífico Sur. Si bien plantea desafíos importantes, también abre la puerta a nuevas oportunidades para todos los actores del sector.
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