Ludopatía en chile: las mujeres evidencian mayor riesgo patológico y tardan más en pedir ayuda

  • Así lo explica terapeuta del Centro Walnut
  • Según informes recientes, los adictos al juego en nuestro país quintuplican a quienes mantienen hábitos no saludables relacionados con el consumo de drogas o el alcohol.
  • Personas del sexo femenino y de estratos socioeconómicos más vulnerables son los que mayor riesgo patológico enfrentan, lo que se traduce en estados físicos, emocionales y sociales más deteriorados y un pronóstico más complejo.
  • Aunque las adicciones son transversales, son las mujeres las que se encuentran en una posición más compleja para buscar instancias terapéuticas por un tema de estigma social, subraya el especialista en rehabilitación, Daniel Pinto.

La adicción al juego en Chile expone cifras alarmantes: las personas afectadas quintuplican a las que mantienen problemas patológicos relacionados con el consumo de alcohol y drogas. Sin embargo, no existen instancias públicas para su tratamientos, así como tampoco recursos y visibilidad para facilitar el acceso de pacientes, expone el terapeuta Daniel Pinto del Centro Walnut, entidad que promueve la cultura del Buentrato en el abordaje de esta condición.

El profesional, especializado en rehabilitación de acciones, advierte que, en este panorama, las mujeres podrían ser la población más amenazada. No solo porque los números demuestran que adquieren hábitos adictivos de forma más frecuente que los hombres, sino también porque, tradicionalmente, tardan mucho más en buscar ayuda profesional.

“Las mujeres con adicción suelen consultar en etapas más graves de deterioro, porque existe un estigma social mayor hacia ellas que hacia los hombres. La presión social que recae sobre las mujeres, especialmente en torno al rol de madre o cuidadora, hace que oculten sus conductas adictivas durante más tiempo. Cuando piden ayuda, muchas veces ya hay consecuencias severas a nivel psicológico, social y económico”.

El estudio «Conductas de juego y juego patológico», realizado por la Facultad de Administración y Economía (FAE) de la Universidad de Santiago de Chile en colaboración con la Corporación Juego Responsable, reveló que el 11,7% de la población encuestada presenta problemas asociados al juego, superando el 2,2% de consumidores de drogas duras como cocaína o pasta base. De acuerdo al reporte, el 85,7% de la población evaluada se clasifica como de bajo riesgo, el 8,9% en riesgo, el 2,9% como jugadores problemáticos y el 2,4% como jugadores patológicos. Del total de esta última categoría, el 79% son mujeres.

“Aunque en Chile hay centros de salud mental del sistema público que pueden abordar este tipo de adicciones, muchas veces no cuentan con programas específicos, personal especializado o capacidad de respuesta suficiente. Esto provoca que quienes enfrentan una ludopatía no sepan dónde acudir o lleguen a tratamiento cuando el daño ya es muy avanzado. Se requiere con urgencia una estrategia nacional que incluya prevención, detección precoz y tratamiento integral, con campañas educativas que derriben el estigma”, apunta el profesional.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) considera la adicción al juego de azar, o ludopatía, como un trastorno mental que requiere tratamiento, ya que puede desencadenar consecuencias severas, como dificultades financieras, rupturas en las relaciones personales, violencia doméstica, trastornos mentales e incluso un aumento en el riesgo de suicidio.

La ludopatía se caracteriza por la participación reiterada y descontrolada en juegos de apuestas, que terminan dominando la vida del individuo, manifestándose como una incapacidad progresiva para resistir el impulso de jugar y afectando gravemente los ámbitos social, laboral, familiar y económico de quien la padece. Al igual que otras adicciones conductuales o químicas, el juego compulsivo estimula el sistema de recompensa del cerebro de manera potente, especialmente debido a la naturaleza intermitente e impredecible de las ganancias y pérdidas. Esta estimulación constante puede generar una dependencia comparable a la provocada por sustancias como el alcohol o las drogas.

Una forma de evasión

A diferencia de otras adicciones más visibles, la ludopatía se desarrolla en silencio. Sin embargo, puede llevar a un endeudamiento grave, pérdida de vínculos afectivos y un deterioro emocional profundo que, en casos extremos, desemboca en pensamientos o actos suicidas. “Puede parecer más solapada, pero sus consecuencias pueden ser igual de destructivas, incluso con riesgo vital”, acota Daniel Pinto.

La estimación normalizada de los daños que provocan los juegos de azar y de apuestas a nivel mundial es limitada, si bien ciertos datos parecen indicar que el 1,2 % de la población adulta en el mundo sufre un trastorno del juego, de acuerdo a la OMS. «Los analistas calculan que los ingresos mundiales generados por estas actividades alcanzarán los USD 700.000 millones en 2028. El uso de teléfonos inteligentes en países de ingreso bajo y mediano impulsará gran parte de este crecimiento. Con sus pérdidas, los jugadores más empedernidos generan aproximadamente el 60 % de los ingresos del sector”, plantea la agencia.

El terapeuta del Centro Walnut afirma que la adicción al juego está siendo hoy más visible para la sociedad, pero aún faltan datos para generar cruces que aporten evidencia más contundente respecto a la situación de la última década. Con todo, es importante entender que la ludopatía es efectivamente un trastorno de salud mental, que se sustenta en la existencia de un proceso químico relacionado con la liberación de dopamina.

El especialista explica que ésta se cataloga como una adicción comportamental: a pesar de que no hay consumo de una sustancia externa, el hábito de apostar activa el “circuito de recompensa” del cerebro, una una red neuronal que juega un papel crucial en la motivación, el placer, el aprendizaje y la regulación de la conducta “Aunque no se consume una droga, el cerebro de un ludópata libera dopamina y se genera una sensación de placer que se quiere repetir. Al principio, la motivación es ganar dinero, pero a medida que se instala la adicción, la persona ya no juega para ganar, sino para experimentar la sensación de jugar”.

En muchos casos, su existencia se relaciona con contextos difíciles o “círculos no cerrados” (traumas, duelos u otros). En esos casos, el juego funciona como un mecanismo de evasión o escape emocional, especialmente en personas con dificultades de salud mental o complicaciones que no han podido cerrar, para quienes el juego es una forma de evadir la realidad, agrega Pinto. “El placer proviene del acto mismo de apostar, aunque pierda dinero”.

El estigma de las mujeres

En Chile, ocho de cada diez personas consideradas jugadores patológicos son mujeres, lo que es coincidente con la evidencia en otras formas de adicción. “Hoy, ellas están cada vez más presentes en todas las formas de consumo problemático, incluso en drogas ilegales. En ludopatía específicamente, el porcentaje de personas del sexo femenino es muy alto”, señala el terapeuta del Centro Walnut. Los motivos por los que desarrollan el hábito se relaciona con factores de género: estrés, rutina, sobrecarga emocional y dificultad para buscar asistencia.

Así, cuando llegan a terapia, lo hacen con graves niveles de deterioro físico, social y psicológico, plantea Pinto. “Tanto hombres como mujeres desarrollan adicciones por razones similares, pero las consecuencias pueden ser más graves en mujeres debido a la tardanza en consultar y a la falta de apoyo temprano. Hay más estigma social si una mujer tiene una adicción. En una sociedad machista, se espera que cumpla ciertos roles intachables”.

El especialista sugiere que se trata de un tema transversal a las clases sociales, que si no se aborda adecuadamente puede poner al paciente incluso en riesgo vital (tal como en el consumo patológico de drogas o alcohol). Casinos, juegos en línea o incluso los tragamonedas en almacenes instalados en sectores populares han apalancado este escenario, que en muchas ocasiones es una manera de escapar de las preocupaciones de la vida cotidiana.

Algunas de las posibles consecuencias, agudizadas por la tardanza en obtener apoyo, son: trastornos depresivos severos o de personalidad (lo que se conoce como patología dual, cuando hay adicción más un trastorno psiquiátrico asociado); o aislamiento social, deterioro económico y ruptura de vínculos afectivos. El terapeuta de Walnut enfatiza: no es necesario tocar fondo para pedir ayuda

Si la persona siente que está usando la conducta para alejarse de emociones difíciles, es importante que no lo enfrente en soledad. Es esencial buscar relaciones significativas, personas que puedan escuchar sin juzgar, antes de recurrir a soluciones “mágicas” que prometen alivio inmediato pero muchas veces profundizan el problema. El camino más difícil —enfrentar el dolor o la frustración— suele ser el más sano a largo plazo, y por eso la contención emocional y el autoconocimiento son claves preventivas.

“Un droga intangible”

Aunque no se trate de una sustancia física, el juego funciona como una “droga intangible” que activa el sistema nervioso central. Esa respuesta cerebral puede derivar en una conducta adictiva, sobre todo cuando el acceso es fácil, constante y discreto, como ocurre con los celulares o computadores. Durante la pandemia, ese riesgo se intensificó: muchas personas pasaron más tiempo aisladas, conectadas y emocionalmente vulnerables, en un contexto donde las plataformas digitales de apuestas crecieron de forma explosiva.

El problema, sugiere Daniel Pinto, no solo radica en el consumo, sino también en cómo la industria del juego diseña experiencias altamente adictivas, basadas en estudios sobre los patrones de conducta de sus usuarios. Cuanto más sencillo es apostar desde casa y a cualquier hora, más personas desarrollan una relación patológica con el juego. Y detrás de esa facilidad, hay una maquinaria bien pensada para mantener a la gente enganchada

“La ludopatía está creciendo por el acceso fácil e ilimitado a plataformas digitales: están diseñadas para ser adictivas, igual que ocurre con las drogas legales”.

Sin embargo, desde la perspectiva terapéutica, la sustancia o el comportamiento en sí es algo secundario, entendiendo que funcionan como refugios emocionales para para cada persona, de acuerdo con su historia personal y su estructura emocional. Por eso, mientras algunos se enganchan con el alcohol, otros lo hacen con las apuestas, los videojuegos o la pornografía. La adicción tiene más que ver con la función emocional que cumple en la vida del consumidor.

El especialista del Centro Walnut llama a no “segmentar” las adicciones como si fueran entidades distintas. “Más allá del objeto, la adicción es un circuito de recompensa alterado que busca aliviar una carencia emocional. Por eso, los tratamientos realmente eficaces no solo se enfocan en dejar de consumir, sino en entender la historia de vida de la persona, sus heridas emocionales no resueltas y su forma de relacionarse consigo misma y con el entorno. Ver la adicción como un paraguas común ayuda a abordar el problema con más profundidad”, concluye (Por: Luis Francisco Sandoval. Agencia Sandoval & Meirovich Comunicaciones).

 

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