El infarto agudo al miocardio continúa siendo una de las principales causas de muerte a nivel mundial, pero sus síntomas no siempre se manifiestan de la misma forma en hombres y mujeres. Mientras en ellos el dolor torácico intenso suele ser el signo más evidente, en las mujeres el cuadro puede presentarse con señales mucho más sutiles o incluso atípicas, lo que dificulta su identificación temprana y, en consecuencia, retrasa la atención médica.

Así lo explica Jair Bustos, académico y director del Hospital Simulado de la Universidad Católica de la Santísima Concepción (UCSC), quien destaca la necesidad de visibilizar las diferencias de género en los síntomas cardíacos.

“El infarto agudo al miocardio consiste en la obstrucción de una arteria coronaria, habitualmente asociada a factores de riesgo como diabetes, hipertensión, tabaquismo o sedentarismo. Sin embargo, en las mujeres los síntomas pueden manifestarse de manera más leve o difusa, lo que hace que muchas veces pasen desapercibidos”, señala el académico UCSC.

Entre los signos más frecuentes en ellas se encuentran fatiga persistente, agotamiento, dificultad para respirar, sensación de ahogo, dolor o malestar en la espalda, cuello o mandíbula, e incluso molestias abdominales acompañadas de náuseas, vómitos o mareos.

“Son síntomas que se pueden confundir fácilmente con un cuadro gastrointestinal o con estrés, ansiedad o cansancio. Por eso muchas mujeres demoran en consultar, pensando que no se trata de algo grave”, advierte el especialista.

Las razones detrás de esta diferencia en la presentación de los síntomas son múltiples y van desde lo biológico hasta lo cultural. Según el académico, las hormonas femeninas cumplen un rol protector durante la etapa fértil, ayudando a mantener el equilibrio cardiovascular; sin embargo, tras la menopausia ese efecto disminuye, incrementando el riesgo de eventos cardíacos.

“En las mujeres, la obstrucción de las arterias coronarias suele ser más lenta y progresiva, afectando la microcirculación. Esto explica por qué los síntomas no siempre son tan claros o localizados como en los hombres”, detalla el director del Hospital Simulado UCSC.

A nivel social y cultural, Bustos destaca que muchas mujeres tienden a soportar el dolor o a restarle importancia por su rol en la familia y el trabajo. Esta conducta, sumada al sesgo en la atención médica, puede agravar el problema.

“Aún existe un sesgo en los servicios de salud: se tiende a pensar en el infarto a partir de los síntomas clásicos. Pero en urgencias, especialmente en mujeres mayores o con enfermedades crónicas como la diabetes, es muy común que los cuadros sean atípicos. Si no se reconocen a tiempo, el diagnóstico se retrasa y eso puede tener consecuencias graves”, explica.

El experto subraya que la detección oportuna es fundamental. “Si una persona presenta dolor torácico que dura más de 20 minutos, o aparece súbitamente estando en reposo, debe acudir de inmediato a un servicio de urgencia o llamar al 131. Aunque no siempre se trate de un infarto, la evaluación médica es indispensable para descartar complicaciones”, enfatiza Bustos.

Un estudio publicado en 2020 ya había evidenciado que los infartos en mujeres suelen diagnosticarse más tarde que en hombres, lo que repercute directamente en su recuperación y sobrevida. Por ello, la educación y el reconocimiento de síntomas atípicos son herramientas esenciales para reducir la mortalidad femenina por causas cardíacas.

Además del reconocimiento de los síntomas, la prevención sigue siendo la mejor estrategia. El director del Hospital Simulado UCSC recuerda que mantener bajo control los factores de riesgo cardiovascular es clave para evitar un infarto. “Las personas que sufren infartos suelen presentar diabetes no tratada, hipertensión arterial mal controlada, niveles altos de colesterol o sedentarismo. La recomendación es simple: asistir regularmente a controles médicos, realizar exámenes preventivos, alimentarse de forma equilibrada, hacer actividad física y evitar el tabaco”.

Finalmente, Jair Bustos agrega que la promoción de hábitos saludables y la capacitación constante de los equipos de salud son fundamentales para un abordaje integral. “Debemos dejar de pensar que el infarto se manifiesta siempre de la misma manera. Reconocer la diversidad de síntomas, sobre todo en mujeres, puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte”.

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