Por Diego González, CEO de Defontana
La inteligencia artificial (IA) ha cambiado profundamente el sector financiero, pasando de un enfoque reactivo a uno proactivo en la gestión de datos, democratizando el conocimiento financiero, permitiendo que incluso los emprendedores más pequeños tomen decisiones inteligentes con el apoyo de asesores financieros digitales.
La IA no solo mejora la eficiencia, sino que redefine el acceso y la confianza en las finanzas. En efecto, está humanizando el sector, impactando de lleno en la personalización de servicios financieros y en la posibilidad de que un cliente reciba una experiencia hecha a su medida.
El mayor desafío no es la IA en sí, sino quién la desarrolla y con qué propósito, pues tiene el potencial de revolucionar la manera en que gestionamos nuestras finanzas o, por el contrario, perpetuar injusticias si no se utiliza correctamente.
Así, uno de los principales retos es evitar que los algoritmos reproduzcan sesgos o discriminación. Si los datos históricos con los que se entrena a la IA contienen prejuicios, esos mismos sesgos podrían replicarse en las decisiones que la IA toma, como en la aprobación de créditos o en la gestión de riesgos.
Aquí es donde la regulación juega un papel crucial: necesitamos reglas claras que aseguren que la tecnología se desarrolle de forma transparente, con la capacidad de explicar las decisiones que toma y sin perpetuar desigualdades.
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