El nuevo ciclo arancelario de Estados Unidos cayó como un martillo desigual sobre América Latina. Ocho veces más arancel promedio en ocho meses. Ganadores inesperados –México, Centroamérica, Chile– y perdedores evidentes –Brasil, Uruguay, Argentina– en un mapa que confirma algo incómodo: seguimos expuestos porque seguimos siendo reactivos. El proteccionismo no avisa; simplemente aparece.
Pero bajo el ruido, algo más profundo se está moviendo. La desviación de comercio hacia la región, el salto competitivo de confecciones y electrónica, y la capacidad de algunos países para expandir exportaciones incluso en medio de un shock agresivo, muestran que la ventaja ya no es el acceso preferencial, sino la arquitectura productiva y la velocidad de adaptación. El mundo dejó de competir por tratados; ahora compite por resiliencia.
Si entendemos esta coyuntura como un ensayo general, la pregunta cambia: ¿estamos construyendo un continente capaz de prosperar cuando los vientos giran? Diversificar mercados, estandarizar datos, sofisticar cadenas de valor y coordinar integración verdadera no es una agenda diplomática; es una agenda de supervivencia. Los aranceles subirán y bajarán, pero la región que gane será la que dependa menos de ellos. El futuro no será del que proteste más fuerte, sino del que aprenda más rápido.
Gabriel Gurovich
Chief Evangelist Officer KLog.co






















