En la logística solemos mirar los puertos desde las grúas, los contratos y los KPI. Pero hay un actor que sigue operando en la sombra, sosteniendo cada recalada sin titulares ni glamour: el agente de naves. Esa figura híbrida –mitad operativo, mitad diplomático portuario– es quien permite que un buque entre, opere y salga sin transformar minutos en pérdidas. Y en una economía donde cada hora inmóvil se multiplica en dólares, su rol ya no puede seguir siendo invisible.

Este oficio es el interfaz real entre la nave y el Estado: aduanas, migraciones, prácticos, remolcadores, abastecimiento, relevos de tripulación, disputas operativas, emergencias médicas. Ningún algoritmo reemplaza el criterio contextual que ellos aplican bajo presión, ni su lectura fina de la cultura, las autoridades y la dinámica de cada terminal. Ahí está su valor: saber qué hacer cuando lo imprevisto ocurre y el manual deja de servir.

El comercio marítimo no es solo carga; es gente. Y ahí el agente no solo opera: acompaña. Chile insiste en modernizar sus puertos, pero todavía subestima a quienes los hacen funcionar. Fortalecer su formación, profesionalizarlos y visibilizar su impacto es parte del upgrade logístico que el país debe asumir. Porque en el mar globalizado, la eficiencia se juega en los bordes. Y los guardianes de esos bordes tienen nombre: agentes de naves.

Gabriel Gurovich Chief Evangelist Officer, KLog.co

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